El miedo a la oscuridad es un temor frecuente entre los niños de dos a nueve años aproximadamente, aunque puede variar en intensidad de unos niños a otros. Por ejemplo hay niños que solo perciben un leve temor que disipan con facilidad cogiendo su peluche favorito o dejando entreabierta la puerta de la habitación. Otros niños, por el contrario, pueden manifestar miedo intenso con conductas de lloro, ansiedad y negativa de ir a la cama. Aunque, como comentamos, este tipo de miedo es frecuente y normal es aconsejable adoptar ciertas estrategias para que el niño lo supere, pueda dormir tranquilo y que no se convierta en una fobia.
Algunos de los hábitos que los niños pueden tener antes de dormir son: pedirle a la madre/padre que se quede con él o le lea un cuento, succionar el pulgar, dormirse abrazados a un trozo de tela, muñeco etc. En cualquier caso, los rituales antes de irse a la cama son un hábito importante que ayuda a los niños a disipar el temor a la oscuridad.
¿Qué debemos hacer si nuestro hijo se resiste a meterse en la cama?
El ambiente del dormitorio, debe ser relajado a la hora de meterse en la cama, luz tenue, que no haya ruidos fuertes, televisión o música. Sin embargo tampoco significa que el niño deba aprender a dormir en completo y absoluto silencio, ya que podría despertar ante el más mínimo sonido.
No debemos empeñarnos en que el niño duerma completamente a oscuras o con la puerta completamente cerrada. Podemos dejarle una lámpara encendida y la puerta abierta, incluso la luz del pasillo encendida también. Poco a poco conforme el niño se acostumbre iremos eliminando estos estímulos, por ejemplo una bombilla de menos luminosidad, un regulador de intensidad lumínica, apagar la luz del pasillo, dejar la puerta entornada en vez de completamente abierta. Esto cambios deben realizarse de manera progresiva.
Crear rutinas antes de ir a dormir, se trata de realizar con los niños siempre las mismas actividades antes de ir a la cama. Con el tiempo estas mismas actividades les conducirán al sueño y a relacionar la oscuridad con un momento de relax. Por ejemplo: darse un baño, la cena, cepillarse los dientes, ir a la habitación o leer un cuento. Una vez en la habitación, si el niño se resite a quedarse solo y apagar la luz, se puede realizar algún tipo de actividad sosegada antes del sueño, por ejemplo leer un cuento.
Un momento difícil es cuando los padres abandonan el cuarto para que el niño termine de dormirse solo. En este momento los niños pueden protestar llorar, levantarse de la cama etc. La actitud de los padres debe ser firme y cariñosa. Por ejemplo si el niño se pone a llorar el padre o la madre pueden sentarse a su lado en la cama acariciarle y tranquilizarse. Pero sin perder firmeza, si cogemos al niño en brazos y nos lo llevamos de la habitación, estaremos reforzando esa conducta de lloro y miedo, lo que repercutirá en una mayor probabilidad de que el niño la repita las noches sucesivas. El adulto debe permanecer junto al menor hasta que se calme sin sacarlo de la cama ni de la habitación, tras unos minutos abandonará la habitación aunque el niño no se haya dormido. Es útil señalar que este proceso puede llevar varias noches consecutivas por lo que no deberemos perder la paciencia en la primera noche.
Puede ocurrir que el niño se despierte en mitad de la noche, asustado, llorando y llamando a sus padres. En estos casos el adulto debe acudir a consolarle y estar a su lado hasta que se tranquilice. Sin embargo se debería evitar encender las luces completamente, ya que esto ayudaría al niño a reiterarse en su creencia de que la oscuridad da miedo mientras la luz lo disipa.
Un recurso útil que podemos utilizar con el niño a lo largo del día son los juegos en la oscuridad, por ejemplo jugar al escondite, a la gallinita ciega, proyectar sombras chinescas en la oscuridad etc. Este tipo de juegos ayudarán al niño a superar el miedo a la oscuridad.
Una cuestión importante es fortalecer y premiar los gestos de valentía y evitar burlarnos de su miedo. Premiar los gestos de valentía será un recurso muy útil para que el niño coja confianza y afronte sus miedos, sin embargo no debemos forzarle a realizar nada que no quiera, menospreciar su temor, ni mucho menos amenazarle o castigarle en la oscuridad