Como seres humanos somos sentimentales por naturaleza. Las emociones nos acompañan a lo largo del día, todos los días de nuestra vida. Podemos encontrarnos alegres, quizás algo tristes, enfadados, asustados, podemos sentir vergüenza, puede que con una cierta sensación de cansancio, podemos sentir bienestar o relajación.
Comprensiblemente algunas personas se declaran “más emocionales” que otras, pero a todos nos invaden diferentes sentimientos que rigen nuestro comportamiento, que dan sentido a lo que nos sucede y que nos ayudan (o nos dificultan) relacionarnos con nuestro entorno.
Al igual que los adultos, los niños experimentan emociones. Es obvio, pero a veces se nos olvida, los niños también sienten enfado, tristeza, miedo, vergüenza o cualquier emoción que podamos sentir los adultos. En ocasiones ignoramos sus estados emocionales, otras veces los minimizamos porque, de alguna manera, no pensamos que sus emociones sean tan complejas como las de los adultos ¿Cuantas veces le hemos dicho a un niño “eso no es nada deja de llorar”? o “no te enfades es una tontería”?Sin darnos cuenta estamos censurando sus sentimientos.
Algunas personas pueden pensar que los niños no son capaces de regular o controlar sus propias emociones. Otras, por el contrario, pueden ser excesivamente exigentes a la hora de pedir a un niño que controle o regule cierta emoción. Es cierto que algunos niños son más impulsivos que otros, o más tranquilos, o más alegres. Sea cual sea el caso, todos tienen la capacidad y la posibilidad de mejorar sus recursos emocionales. Es importante que los niños aprendan a reconocer las emociones con normalidad y que descubran la función que cada una de ellas cumple, de esta manera serán capaces de manejarlas correctamente.
En ocasiones las emociones aparecen de forma abrupta e intensa, el niño en un intento de regulación o de expresión puede poner en marcha conductas más o menos disruptivas (chillar, patalear, llorar etc). Normalmente nos centramos en el comportamiento y no en el origen de ese comportamiento, intentamos que esa conducta cese o se atenúe poniendo en marcha una serie de recursos (castigo, diálogo, ignorar) que no siempre dan el resultado que esperamos.
Recuerda que, en muchas ocasiones, la conducta del niño es solo el intento de regular una emoción intensa que no sabe manejar
Es muy importante que tengamos empatía con los niños. Si es necesario parar en seco y pensar ¿qué es lo que está sintiendo mi hijo ahora para actuar así? Ya que no podemos enseñar a los niños a reconocer sus emociones si no lo hacemos nosotros primero. Se trata de sintonizar con las emociones del niño, para lograr esta sintonía debemos procurar entender qué emoción siente y porque y ayudarle a detectarla.
Es importante que no juzguemos su emoción. Si es pertinente o si no, si tiene razones para estar así o no, quizás esa parte venga después en un momento de tranquilidad. Por ejemplo si está muy enfadado y a consecuencia de ello tira cosas al suelo. Hay que hacerle entender que se comprende el enfado, pero que no puede romper ni tirar cosas. Piénsalo, a ti como adulto no te gustaría que te dijeran que no tienes derecho a sentirte enfadado o triste, justo en el momento en que sientes esa emoción con más intensidad, eso solo lograría hacerte sentir aun peor, incluso desatar otras emociones como la culpa o la rabia.
Si empatizamos con la emoción del niño podemos ayudarle a que la detecte. El diálogo tiene que ir a la emoción y no a la conducta fruto de esa emoción. Preguntarle qué siente, o qué cree que siente, por qué se siente asi, o qué podríamos hacer para ayudarle a sentirse mejor.
Para ello será necesario que hayamos hecho un trabajo previo de educación emocional. Es decir, es probable que en los momentos de más tensión emocional el niño no se pare a pensar en su emociones por lo que tendremos que aprovechar el día a día, los momentos de calma para enseñar a los niños habilidades emocionales. Si quieres saber como enseñar habilidades emocionales como: reconocer emociones y como regular emociones; no te pierdas nuestros próximos artículos.