En artículos anteriores hemos visto algunas nociones sobre qué es el apego y cómo se forma. Sin embargo no existe una única forma de vincularse, ni todos los tipos de vínculos de apego son iguales. Dependiendo de cómo se establecen las relaciones cuidador-bebé el vínculo de apego será más o menos seguro, más o menos confiado y estable.
En este artículo nos centraremos en los tipos de apego que pueden establecerse. La teoría del apego surge con las formulaciones de John Bowlby y Mary Ainsworth, quienes estudiaron el apego y la relaciones entre los niños y sus cuidadores. Más tarde autores como Mary Main ampliaron y profundizaron en algunos de sus conceptos. Hoy día disponemos de una perspectiva multidisciplinar del apego y de unos conocimientos sólidos y concisos respecto a cómo se establecen a largo plazo las relaciones entre los seres humanos desde su nacimiento hasta la edad adulta
Apego seguro
El apego seguro se da cuando el cuidador principal o figura de apego interactúa con el niño de manera sensible, atenta y muestra disponibilidad ante las demandas e interacciones. El cuidador satisface las demandas y necesidades del niño a través de la sensibilidad, la disponibilidad y la regulación emocional. Esto significa que las diferentes interacciones cuidador – bebé han estado marcadas por el afecto y la aceptación.
Si a un niño se le da cariño, afecto, comprensión y se está disponible ante el malestar, se le está enseñando a confiar a querer, a comunicarse con los otros y a calmarse a sí mismo
Algunos ejemplos de conductas o interacciones que fomentan el establecimiento del apego seguro son: el contacto físico (besos, abrazos y mucho cariño), el juego y sobre todo la capacidad de atender y calmar al bebé cuando le pasa algo negativo (escucharle, consolarle, atenderle etc.)
Los niños con apego seguro se caracterizan por la confianza con el cuidador, no están preocupados respecto a si su cuidador estará disponible o no. El niño sabe que es seguro explorar el entorno y utiliza a sus cuidadores como fuente de seguridad e información. Por ejemplo cuando señala o se acerca a algún estímulo, antes mira al cuidador y si éste sonríe el niño también sonríe, pero si se asusta el niño también se asusta. Son niños con confianza y autoconfianza, que van ganando autonomía conforme crecen.
El niño crece con la convicción de ser amado, experimenta el mundo como un lugar seguro y confiable donde experimentar y adquirir aprendizajes, lo que repercute en la formación de una autoestima positiva.
Apego ansioso ambivalente
El apego ansioso ambivalente se genera ante la inconsistencia en las habilidades emocionales de los cuidadores, ante cuidadores ansiosos e imprevisibles.
Por ejemplo ante pautas educativas inconsistente y dependientes del estado de ánimo del cuidador, cuidadores que se muestran sensibles y disponibles ante una necesidad del pequeño en un momento dado; pero en otro momento se muestran insensibles, poco disponibles distante o fríos. Esta inconsistencia genera inseguridad en el niño
Los cuidadores cambian su conducta de modo inconsistente, en unas ocasiones se muestran cariñosos y afectivos, en otras pueden mostrarse indiferentes o enojados de modo poco coherente.
Ante la inconsistencia el niño no sabe qué esperar. En algunas ocasiones parece contar con la figura de apego pero en otras resulta ser todo lo contrario. Se genera un sentimiento de inseguridad sobre la disponibilidad de su figura de apego cuando la necesitan.
El niño no confía en sus cuidadores, se siente inseguro y se muestra vigilante y ansioso. También pueden responder con rabia y emociones exageradas, en ocasiones estas emociones exageradas logran finalmente la atención del adulto, con lo que se perpetúan.
Estos niños experimentan el mundo y el entorno como poco confiable y vivencian las relaciones con las figuras de apego con insatisfacción, pueden sentirse ignorados, incomprendidos y menospreciados ante la inconsistencia.
Apego evitativo
En el apego evitativo los cuidadores no están disponibles, son poco responsivos o rechazan al niño (física o emocionalmente) de manera reiterada. Puede tratarse de un rechazo o una ausencia y puede ser más o menos evidente o sutil. Estos cuidadores tienden a ignorar las necesidades de los niños o menospreciarlas, y les resulta especialmente difícil abordar las emociones negativas de los pequeños por ejemplo cuando sienten dolor o cuando lloran desalientan el llanto y la expresión emocional.
EVITAN EL CONTACTO EMOCIONAL Y LA EXPRESIÓN DIRECTA DE EMOCIONES, SOBRE TODO NEGATIVAS Y FOMENTAN LA INDEPENDENCIA PREMATURA
La interacciones cuidador-bebe suelen ser funcionales, cubren las necesidades básicas como el alimento o el cobijo, pero no hay sintonía emocional entre el niño y el cuidador. Les resulta difícil lograr una armonía emocional con el bebé y fomentan la independencia prematura del niño.
El niño se adapta al patrón de evitación imitando esa falta de conexión emocional, inhibe su deseo de cercanía con el progenitor o cuidador, para no perder totalmente a la figura de apego. Ya que lo que ha aprendido es que sus figuras de apego lo rechazan cuando está angustiado, no suelen llorar ni expresar exteriormente sus emociones.
Estos niños no confían en sus cuidadores, pueden sentirse poco valorados o queridos. Además, debido a la carencia de interacción emocional les cuesta expresar emociones y entenderlas en los demás. Suelen mostrarse como niños aparentemente relajados o tranquilos, pero esto solo ocurre porque inhiben las emociones.
Apego desorganizado
En el apego desorganizado se dan elementos del apego ambivalente junto con elementos del apego evitativo. El cuidador responde a las necesidades del niño de manera desproporcionada, inadecuada o negligente.
El apego desorganizado suele estar presente en estructuras familiares donde existe maltrato físico o psicológico, vejaciones, abuso o negligencias graves. Se da la paradoja de que las mismas personas que deben cuidar al bebé son las que lo dañan de algún modo. Los cuidadores son una fuente de conflicto, puede haber conductas violentas, atemorizantes, cambios bruscos del estado de ánimo, rechazo y otros tipos de conductas negligentes.
LOS CUIDADORES SON UNA FUENTE DE SEGURIDAD Y PROTECCIÓN; Y A LA VEZ UNA FUENTE DE ESTRÉS, MIEDO Y DESPROTECCIÓN
En esta relación cuidador – bebé donde la figura de apego bien puede mostrarse como fuente de terror o como fuente de cuidado, el niño crece en el dilema de acercarse vs alejarse de las figuras de apego de las que tiene una dependencia total. Sienten que no saben cómo actuar con sus figuras de apego ya que ninguna estrategia le resulta útil. No puede ni acercarse a su figura de apego ni escapar de esa misma figura que les daña.
En esta desorganización surgen conductas explosivas, de destrucción y desbordamiento emocional. Tienen dificultades en el control de las emociones (ira, rabia, enfado…) y en las relaciones con los demás. Evitan la cercanía porque les da miedo, pero al mismo tiempo les causa sufrimiento la falta de intimidad. Pueden buscar contacto y cercanía con los demás, pero a la vez la rechazan, por ejemplo pueden pedir una abrazo y al instante rechazarlo. Se muestran hipervigilantes, ya que, por su experiencia, están constantemente alerta para huir de un posible conflicto o agresión.
El tipo de apego que se establece en la infancia es importante porque repercute en la forma en que el niño se comporta, se relaciona con otras personas e interacciona con el mundo. A lo largo de nuestra vida desarrollaremos apego hacia diferentes figuras: cuidadores, amigos, familiares y parejas
Sin embargo el apego que marcó nuestra infancia no es inmutable a lo largo de toda la vida. A medida que la persona se desarrolla e interacciona con el mundo y con otras personas (por ejemplo tener relaciones de amistad significativas, relaciones laborales, relaciones de pareja etc.) aprende y reinterpreta sus propias experiencias. Por ejemplo una persona con una apego evitativo puede aprender a tener conductas de apego, seguridad y aproximación gracias a las conductas de apego que le proporciona una pareja con apego seguro.