Que los niños pequeños tengan ciertos miedos (oscuridad, separación, animales, ruidos…) es un hecho conocido por todos y perfectamente entendible. Sin embargo, también es normal tener dudas respecto a si un miedo concreto, a una edad determinada, es razonable o debería preocuparnos. Por ejemplo, muchos padres se preocupan innecesariamente porque su hijo de dos años llora desconsoladamente cuando algún adulto no conocido los sujeta en brazos. O por el contrario hay niños mayores que tienen un miedo intenso a la oscuridad, mientras que los padres o cuidadores pueden pensar que es normal y que se le va a pasar con los años.
Desde el área de la Psicología Infantil, diversas investigaciones han concretado algunos de estos miedos y la edad típica a la que aparecen.
A pesar de su limitado desarrollo cognitivo e intelectual incluso los bebés menores de un año tienen miedos. El miedo a la separación de los padres surge en torno a los seis meses, ello explica que bebés que se divertían enormemente pasando de unos brazos a otros mientras le hacían carantoñas, de repente comiencen a llorar y a mostrarse inseguros cuando se alejan de su figura de apego. El miedo a la separación de los padres puede permanecer hasta los cuatro años de edad aproximadamente, aunque se manifiesta de diferentes formas. Por ejemplo un niño de dos años puede llorar y agitarse solo porque no está en los brazos de su madre, aunque ésta esté al alcance de su vista. Mientras que un niño de tres o cuatro años puede mostrar solo intranquilidad o preguntar cuando volverán sus padres de manera recurrente.
En torno a los tres o cuatro años pueden aparece miedos relacionados con la oscuridad, animales, máscaras… etc. El miedo a la oscuridad puede estar provocado por diferentes situaciones. Puede que el niño tenga miedo a la oscuridad por la sensación de desamparo o soledad al quedarse solos en la habitación. En otros casos el miedo se presenta porque, en su imaginación, relacionan la oscuridad con monstruos, brujas, fantasmas o cualquier otro ser imaginario terrorífico. El miedo a la oscuridad se considera normal hasta los siete años de edad, aproximadamente. A partir de esa edad el miedo a la oscuridad va desapareciendo paulatinamente, ya que conforme el niño se hace mayor y su desarrollo intelectual madura el niño va comprendiendo que los fenómenos imaginarios que relaciona con la oscuridad no suponen una amenaza real.
Otro miedo común en los más pequeños es el miedo a los animales, que se considera normal entre los dos y cinco años. Aunque ocurre con todos los miedos, quizás con el miedo a los animales es más evidente: la familia va a determinar en gran medida que el niño tengo o no miedo a según qué animales. Por ejemplo un niño que convive en una casa con mascotas puede que no atraviese esta etapa, o por el contrario puede que se intensifique si ha tenido algún episodio desagradable con el animal. Sea cual sea el caso, los niños más pequeños suelen tener miedo a animales grandes, por ejemplo un niños de 3 años puede tener miedo de un perro grande, conforme van creciendo el miedo se dirige hacia los animales pequeños, por ejemplo un niño de 10 años es más común que tenga miedo a arañas, cucarachas etc. Los miedos a los animales pequeños son muy comunes en la edad adulta también.
En torno a los siete y doce años de edad los miedos iniciados en etapas más tempranas como los seres sobrenaturales, las lesiones físicas u otros, pueden continuar de manera más leve y perdiendo intensidad. A medida que el niño crece y aumenta su desarrollo cognitivo los miedos se vuelven más elaborados y adquieren un matiz social. Por ejemplo el niño puede tener miedo a hacer el ridículo delante de otros, a la desaprobación social o a fallar en los exámenes. También es común a esta edad las preocupaciones por los seres queridos y el miedo a que ocurra algún acontecimiento desastroso, por ejemplo miedo a accidentes naturales como las tormentas o los truenos, miedo a la pérdida de un ser querido o a los accidentes.
En la mayoría de los casos los miedos se resuelven por la propia maduración del niño, que poco a poco van comprendiendo que amenazas son reales y que amenazas son imaginarias. En otras ocasiones los miedos alcanza niveles exagerados, se intensificas, son desproporcionados o no guardan relación con la edad del niño. Es en estos casos cuando el miedo impide al niño hacer una vida normal y es probable que necesite apoyo psicológico y la ayuda de un profesional para resolver el miedo y prevenir futuros problemas.