¿Por qué comemos cuando tenemos ansiedad?

Algunas personas tienen la tendencia a comer de manera emocional. Esto es, comer como una forma de calmar, manejar o tapar una emoción determinada. No es un proceso consciente, al menos en la mayoría de los casos, se trata de que la persona ha aprendido a reaccionar a emociones determinadas de esta manera.

La emociones más habituales que desatan el hambre emocional son: la ansiedad, el aburrimiento, la soledad, la frustración, el cansancio o la tristeza.

Un ejemplo muy común sería estar aburrido en casa, sin saber que hacer, entonces levantarse a la nevera y picar algo. Luego abrir la alacena y volver a picar algo. Y así hasta menoscabar las existencia de azúcar y grasas saturadas de la cocina. En este ejemplo el aburrimiento desata la conducta de comer. Otro ejemplo sería llegar tarde y cansado del trabajo y realizar una copiosa comida o cena, normalmente con alimentos poco saludables, continuar comiendo a pesar de haber ingerido los alimentos necesarios para calmar el hambre y tener dificultades para parar de comer.

Sabemos que este hambre emocional es diferente del hambre física, puesto que en el primer tipo optamos por alimentos poco saludables de manera “instintiva” y comemos en exceso. A veces somos incapaces de parar aunque nos sintamos llenos, después pueden aparecer sentimientos de culpa o vergüenza, entre otros.

Esto ocurre porque estamos reaccionando a las emociones a través de la comida. Cuando sentimos la emoción (ansiedad, estrés, cansancio, tristeza…) comenzamos la conducta de ingesta. Al comer se libera dopamina, un neurotrasmisor relacionado con la sensación de bienestar, lo que ayuda a disminuir la emoción (ansiedad, estrés, cansancio, tristeza…) de manera inmediata, creando un alivio temporal de las sensaciones negativas. Por lo tanto la comida nos hace sentir bien y este patrón emoción – comida se perpetúa.

Aprender a gestionar las emociones de manera adecuada es una habilidad que puede aprenderse y / o fomentarse. Gestionar la emociones, aprender a escucharlas y responder a ellas con otros patrones diferentes a la ingesta de comida será un aspecto clave en la disminución del hambre emocional.

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